LA NOSTALGIA ES EL SUSPIRO DEL INSOMNE

3.03.2010

Tengo miedo. La vida se me va y no recuerdo mis sueños. De joven soñaba con un futuro que olvide con el tiempo. Y el tiempo me hace soñar un pasado que ya perdí.

Mi cuerpo se deteriora, mi mente pierde velocidad, mi alma está cansada. Vivir cuesta vida, y yo la desaproveche.

Décadas pasaron desde mi última sonrisa. Siete largas décadas desde el último rastro de pasión.

Perdí la juventud el mismo día que encontré el amor. Y perdí el amor el mismo día que conocí el rencor. Una vida llena de amor y rencor, no merece ser vivida. Pero yo lo intenté, como siempre, nadando contra la corriente.

Ahora me encuentro solo, entre estas cuatro paredes, esperando mi descanso. Si tuviera la oportunidad cambiaría todas las decisiones que tomé en mi vida, pero no sirve llorar sobre la leche derramada, por mas que esta leche sea lo mas valioso.

Me doy tanta pena, en el espejo veo un pobre viejo que ya no quiere más. No tengo a nadie, solo a los personajes de mis libros. Y lo único que dejo en el mundo son tangos de amores inventados y de una felicidad sospechosa para aquel que me conoce. Fingir es bueno hasta que se hace costumbre, y la costumbre es buena mientras nos haga felices.

¿Para que fingir en mi último texto? Estoy como me describo porque siempre me creí equivocado. No podía entender que querer cambiar el mundo no era una perdida de tiempo, me decía a mi mismo: “dejáte de pavadas, el mundo es lo que es y no va a cambiar por mucho que lo desees, mejor concentráte en trabajar para tu futuro.” Lo que no sabía en ese entonces, es que el futuro avanza constantemente, y era un perro corriendo un auto que nunca iba a alcanzar. El futuro se escapa, dejándonos en el presente, y eso de joven no lo supe entender.

Estos días, luego de comprender que desperdicié mi vida, intente sentir los ideales de mi juventud, pero ya no estoy para esos trotes. Querer cambiar el mundo quita el sueño, y dormir es lo único que me queda, no quiero morir despierto. No quiero darme cuenta de que en mi último segundo de vida estoy en una habitación vacía, completamente solo en el mundo.

Tal vez Dios me de otra vida para hacer las cosas bien, o tal vez no me la de porque sabe que me volvería a equivocar, es que algunas personas estamos condenadas a pasar toda la eternidad ciegos y con las manos atadas.